viernes, 16 de agosto de 2013

Sin solución

Pero, ¿qué he hecho?

Me he pasado los últimos cinco años de mi vida fantaseando con el amor, considerando la posibilidad de que aquellos que se cruzaron en mi camino y me dejaron sin aliento se hubieran quedado también sin aliento por mí, y de tanto jugar con la fantasía deseché por completo la posibilidad de que lo que yo soñaba fuera más real que respirar.
Me encerré tan hondo, tan profundamente, en mi cuento que pinté todos sus gestos de atención como una mera distracción de mi anhelante y torturadora mente.

Quizá sea más fácil seguir viviendo mi propio engaño, pero es tarde.
La paradoja me salta a la cara como una sombra furiosa, demasiado liviana como para apartarla, pero lo suficientemente fuerte como para aferrarse a mí.

Disfracé la realidad de fantasía para ser un poco más feliz, evitando recordar que la fantasía es un gran amiga falsa, mientras la realidad que hubiera podido abrazar se presentaba mucho más completa que cualquier sueño.

Y ya no hay solución. Ya no hay realidad. Ya no hay fantasía.