No sé cómo valorar todos estos cambios, todas estas situaciones nuevas y extrañas que se me presentan. Personas nuevas, amigos nuevos y propósitos totalmente diferentes.
Y, la verdad, es que sienta bien. Sienta bien levantarse con una sonrisa minutos antes de que suene el despertador. Sienta bien coger el autobús cada mañana y comprobar que esa sonrisa se mantiene, porque tienes ganas de llegar a destino y empezar a trabajar.
Arte. Esa es mi nueva motivación. Y lo maravilloso es que, aunque ahora el resto de momentos de mi vida parecen girar en torno a él, no quedan aplastados por la tormenta, sino que forman parte de ella.
Mi mente hierve con nuevas ilusiones y expectativas, con nuevas obras por conocer que, espero, causen en mi tal emoción que esto se acabe convirtiendo en una adición, maravillosamente incontrolable e inagotable.
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